Etiquetas

lunes, 18 de marzo de 2013

Deportividad, fair play, valores: mis mejores deseos a Brahmansports



Por Jorge G. Palomo
Periodista y Comunicador

Cuando me contaron la idea de la Fundación Brahmansports, pensé que es necesario implantar nuevos valores en el deporte. Mejor dicho: reivindicar la auténtica filosofía que lo rodea.  Compatibilizar la diversión con los resultados, el placer con la competitividad y el respeto con la defensa de los objetivos de cada equipo. Lo que se entiende, en definitiva, por deportividad, juego limpio, fair play.

Sin duda, cada deporte ofrece unos alicientes especiales más allá de su carácter saludable, trepidante, rentable o entretenido. Pero lo más importante es que en muchas canchas de todo el planeta, a través de la personalidad de cada deportista, de las actitudes del grupo o de la reacción del público, se aprecia el espectáculo de la vida misma.

De ahí mis mejores deseos a la Fundación Brahmansports, a cuyos artífices y seguidores regalo unas palabras míticas del escritor Eduardo Galeano. El texto pertenece al libro “El fútbol a sol y sombra” (1995) y refleja mi sentimiento cuando, por ejemplo, disfruto de un partido entre el Real Madrid y el F.C. Barcelona: por encima de los colores, yo sería “un mendigo de buen fútbol”. Sí, ya sé que cuesta, pero se puede conseguir este amor al arte.

¡Abrazos y feliz singladura a todos!

Y he aquí la reflexión del autor señalado, que vale para encuadrar ciertas ideas de Brahmansports:

“Como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientas dormía: durante el día era el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país.

Como hincha, también dejaba mucho que desear. Juan Alberto Schiaffino y Julio César Abbadie jugaban en Peñarol, el cuadro enemigo. Como buen hincha del Nacional, yo hacía todo lo posible por odiarlos. Pero el Pepe Schiaffino, con sus pases magistrales, armaba el juego de su equipo como si estuviera viendo la cancha desde lo más alto de la torre del estadio, y el Pardo Abbadie deslizaba la pelota sobre la línea blanca de la orilla y corría con botas de siete leguas, hamacándose sin rozar la pelota ni tocar a los rivales: yo no tenía más remedio que admirarlos, y hasta me daban ganar de aplaudirlos.

Han pasado los años, y a la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico:

- Una linda jugadita, por el amor de Dios.

Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario